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Se acercan las vacaciones? ¿Qué hago con los peques?

Se acercan las vacaciones? ¿Qué hago con los peques?

20 Mayo 2024 / Psicología

Ya casi estamos en junio, y eso significa, entre otras cosas, que se aproximan las temidas vacaciones de verano de los más peques. Y cuando digo «temidas», no me refiero a la emoción que tal esperado acontecimiento despierta en los niños, sino a la que se dispara, lo mismo que una alarma, entre muchos papis y mamis que de repente no saben cómo ocuparse de sus «cachorros» durante casi tres meses, cuando ellos en realidad, en la mayoría de los casos, libran solamente durante uno. La ansiedad puede brotar con fuerza ante semejante escenario, y es por ello que he elaborado este artículo, para que podáis descubrir en él una serie de pautas a tener en cuenta cuando llegue el día del fin del curso escolar. Son las siguientes:

1. Empezar a normalizar que todos tenemos derecho a pedir ayuda a nuestros familiares y amigos. Muchas veces pensamos que tenemos que estar siempre ahí para ellos, y hacerles favores cuando así lo precisen, pero tendemos a olvidar que esa solidaridad y ese apoyo ha de ser mutuo y recíproco. Queremos sentir que podemos con todo, con nuestros problemas y con los de otros, y nos agobia ver que llega un momento en el que, por más empeño que le pongamos, ya no damos abasto, y vemos que la situación nos supera. Pues bien, cuando eso nos pase, lo primero que debemos hacer es exteriorizarlo, para que así nuestra gente tome conciencia de ello. Si no mostramos nuestro malestar, o no lo argumentamos, lo más probable es que nadie se ofrezca a echarnos una mano, pues tendrían que jugar a ser adivinos para acertar con lo que necesitamos, e incluso nuestros más allegados podrían llegar a pensar que estarían siendo unos entrometidos si nos ofrecieran su ayuda para un asunto del que no les hemos informado, o sobre el que no hemos manifestado una necesidad clara y real de precisar apoyo. Por lo tanto, no escondernos de aquellos «marrones» que no podemos gestionar por nosotros mismos, y mostrar predisposición a que otros nos echen un cable es el primer paso que debemos considerar.

2. Recabar información sobre las alternativas de ocio estival para menores que estén a nuestro alcance. Campamentos, talleres de artesanía, cursos de idiomas, polideportivos, ludotecas, etc. A veces tenemos la creencia de que las escuelas de verano son el único recurso, y que están encaminadas exclusivamente a impartir clases de repaso para los niños que no han pasado de curso, lo cual puede hacer que nos sintamos culpables por matricular a nuestros hijos en ellas, suponiendo que se hayan portado bien y que hayan sacado buenas notas, ya que nuestra conceptualización de ese tipo de centros es que han de utilizarse a modo de castigo, y claro, partiendo de esa base es inevitable que nos invada una horrible sensación de crueldad o de injusticia, y que pensemos que somos unos padres y madres espantosos si «condenamos» a nuestros peques a semejante «tortura». Así pues, ante esta percepción, lo más conveniente sería poner a prueba esos prejuicios (muchas veces compartidos por los propios niños) y realizar una búsqueda específica de establecimientos enfocados más hacia el aspecto del entretenimiento que hacia la vertiente orientada al escarmiento. Seguramente descubramos que existe una amplia variedad de opciones, y que muchas de ellas pueden incluir planes como ir a la piscina, salir de excursión, aprender trucos de magia, conectar con la naturaleza, etc., lo cual puede ser mucho más atractivo para los chavales que quedarse en casa viendo la tele o jugando a la consola, ya que, entre otras cosas, supone un modo de conocer a más gente de su edad y de hacer nuevos amigos. No obstante, es muy importante no imponerles la opción que a nosotros nos parezca a priori más atractiva, sino explicarles todas las que están disponibles para después preguntarles su opinión y tenerla en cuenta. No siempre los gustos de padres e hijos coinciden, y lo que a nosotros puede parecernos súper interesante a ellos puede resultarles un auténtico tostón, y viceversa. Al final son ellos los que van a pasar una serie de horas al día fuera del hogar, así que conviene hacerlos partícipes de ese proceso de toma de decisiones.

3. Confiar en la madurez de los hijos a partir de cierta edad. No existe una edad ni mágica ni legal para determinar cuándo un niño puede empezar a quedarse solo en casa, o a desplazarse sin compañía a lugares como el domicilio de un amigo, el parque o la piscina. Sin embargo, la mayoría de expertos coinciden en señalar los 12 años como el punto de inflexión, y debemos distinguir entre conductas de abandono (dejarlos solos todo el día, 24/7), y aquellas otras que en realidad fomentan su independencia y su progresiva transición hacia la vida adulta. Muchas veces es nuestra propia ansiedad la que nos frena y nos impide darles más libertad, pero olvidamos que en realidad lo que estamos haciendo es imponerles poco a poco un mayor nivel de responsabilidad, lo cual puede ser muy beneficioso para su correcto desarrollo. Aprender a confiar en que ya no nos necesitan a cada momento, sin olvidar poner ciertos límites a los cambios que requiere esa nueva etapa que va a inaugurar el complicado sendero de la adolescencia, es una estrategia totalmente recomendable, y las vacaciones de verano pueden ser el momento idóneo para empezar a ponerla en práctica.

4. Distinguir entre necesidades y caprichos. A veces el problema no está tanto en ver qué hacemos con los niños en verano, sino en establecer esta clasificación, de manera que no los consintamos en exceso en caso de que hayan sacado buenas notas y se hayan comportado adecuadamente, y que tampoco los castiguemos de forma desmesurada sin ha sucedido todo lo contrario. Actividades como salir con los amigos a jugar al aire libre, y aprender a montar en bici o a nadar son básicas para su adecuada socialización, por lo que no debemos privarlos de todas ellas al 100% en ningún caso, ya que esto generará en ellos rabia, frustración y tristeza, lo cual podría desmotivarlos aún más para portarse como queremos que lo hagan. Sin embargo, otras cuestiones como comprarles helados, granizados, juguetes, chucherías, etc., sí que podrían considerarse recompensas por una conducta deseada, y su privación supondría un castigo que, en este caso, sí generaría ganas de querer hacer las cosas mejor para no tener que volver a sufrirlo durante el próximo verano. Por otra parte, explicarles a los críos que sus vacaciones de ensueño no van a ser posibles (imaginemos que nos piden ir a Disneyland, o a Nueva York, o incluso dar la vuelta al mundo como Willy Fog), puede generarnos culpa si se han portado como auténticos angelitos. No obstante, debemos enseñarles que sus planes no son imposibles porque nosotros como adultos no queramos llevarlos a cabo, sino por otras circunstancias ajenas a nuestro control directo, como pueden ser las económicas. Hablar del tema con naturalidad y sin demostrar enfado posibilitará que nos crean y que no piensen que los estamos engañando.

¡Pues bien, hasta aquí estos breves consejos! Espero que el artículo os haya parecido interesante y, sobre todo, que os resulte de utilidad. Para descubrir más pautas de este estilo, o bien para aprender a lidiar con situaciones más complejas que se puedan estar dando ahora mismo en vuestras casas, y que tengan que ver con la conducta de vuestros peques, os recuerdo que podéis solicitar una cita presencial conmigo para exponerme con calma y detalladamente vuestro motivo de consulta. Estaré encantada de atenderos. Os espero en Pequeños Cuidados (Avda. San Julián, 46. 16002, Cuenca).

¡Nos vemos!

Macarena Pinedo López,
Psicóloga general sanitaria, núm. de colegiada CM03154

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